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Entrevista con Brenda Navarro

Por Steffi Fink

Fotografía cortesía de la autora por Casa América



Menos preocupada por los detalles de la frivolidad de la vida moderna, Brenda Navarro explora cuestiones en torno a las emociones humanas, la dinámica familiar, las batallas interiores y la lucha constante por descubrir la identidad individual.

Su primera novela, Casas Vacías, pudiese parecer en primera instancia que habla sobre la maternidad, sin embargo para mi fue un enfrentamiento obligado con emociones incómodas y una sensación de vacío que no me fue fácil quitar una vez que acabé el libro.


Esta obra se narra a través de dos monólogos de dos mujeres: una madre cuyo hijo desaparece en el parque donde estaba jugando, y la otra es quien se roba al niño para criarlo como propio. Sin embargo, Casas Vacías es mucho más que esto, es entender y adentrarte en la profunda pobreza emocional de los personajes y situaciones, es ver la desigualdad social, sentir culpa, amor, soledad y vacío. Es una novela que me hizo reflexionar sobre el ser mujer y el rol que tenemos en la sociedad, las luchas de poder, el desamparo, el instinto de supervivencia, la vulnerabilidad, la violencia familiar y la necesidad de sentirse querido.





¿Cómo es tu proceso creativo a la hora de sentarte y bajar las ideas para empezar un nuevo libro?

Es muy sencillo: Empieza a partir de la escucha y de la lectura. Alguna idea, texto, libro, gif, TitkTok, o acontecimiento que me provoque curiosidad y me estimula las ganas de imaginar y dentro de mi cabeza la empiezo a hilar mientras sigo mis rutinas. Y cuando tengo tiempo, me siento a escribir en la computadora lo que ya he procesado, no como algo ya premeditado o construido, sino como el momento de vaciar esa pulsión que es contar algo.

¿Escribes para entender lo que pasa contigo y a tu alrededor? O ¿escribir es más para ti una manera de querer cambiar el mundo y la mentalidad de las personas?

No lo sé. Lo fácil es adscribirme a aquello que le escuché a Hannah Arendt y decir que escribo para comprenderme. Porque quizá sea así, ella sabía más que yo. Pero la realidad es que escribo porque me gusta, porque lo gozo, porque me gusta imaginar. Para mí escribir es un gozo.

Lo que sí es seguro es que de ninguna manera, jamás en la vida, se me ocurriría escribir para querer cambiar el mundo y la mentalidad de las personas. ¡A veces es imposible cambiar nuestros propios pensamientos y predisposiciones como para creer que alguien va a cambiar porque yo digo!

Me gustó mucho que en Casas Vacías a pesar de hablar sobre dos personajes e historias, se siente una unión por el mismo sentimiento de “vacío”. ¿Cuando comenzaste a escribir el libro sabías que esto iba a ser así o fue un paralelismo que se fue dando conforme fuiste creando la historia?

No sé si te refieras a que lo que una a las dos personajas es el hecho de que ambas van contando su historia y en ese hecho, van vaciándose. Así lo veo yo, que las dos personajas a lo largo de la historia se van vaciando frente a nuestros ojos.

Yo tenía muy claro cuando empecé a escribir que estos dos monólogos iban a ser una especie de conversación entre sus temas personales pero que en el fondo sí eran una misma discusión. Tal como se lee la novela, así la escribí, iba de un lado a otro sin ser muy entrometida.

¿Qué significa para ti y cómo lidias con el vacío?

Creo que pensar en el vacío existencial es una cosa que podemos permitirnos ciertas personas que tenemos el estómago lleno. Sentir vacío es una especie de regalo. Hay que saber qué hacer con eso. Lo que yo hago es escribir cuando tengo esa sensación, mira qué afortunada soy.


¿Qué tan importante es para ti darle una voz a las mujeres mexicanas?

Nunca me atrevería a pensar siquiera que yo tengo el derecho de darle voz a ninguna mujer que no sea yo y a veces ni siquiera yo sé qué voz tengo. Nunca ha sido mi intención darle voz a nadie, cada mujer tiene su propia voz y aplaudo eso.


¿Cuáles fueron los títulos o autores que te hicieron enamorarte de la lectura?

Y yo no creo estar enamorada de la lectura. Leer es una más de las actividades que me gusta hacer, también me gusta hacer otras cosas y creo que de ninguna estoy enamorada. Estar enamorada implica idealizar y una ya no está en edad de romantizar nada. Dicho esto, creo que Milan Kundera, Horacio Quiroga y algún librito pop por ahí me hicieron darme cuenta que leer me entretenía.


¿Cuáles son tus autoras mexicanas favoritas?

Me interesa el trabajo que hacen Iveth Luna Flores, Sara Uribe, Elisa Díaz Castelo, etc. La poesía escrita actualmente en México me parece de lo más relevante.


Podrías recomendarnos tres libros imperdibles a leer:

La trilogía de Agota Kristof: El gran cuaderno, Claus y Lucas y La tercera mentira.


Una de las mayores lecciones que nos deja la pandemia es que el control siempre ha sido una ilusión. Liberarnos de las expectativas y el deseo de tener el control es quizás la única forma de hacer frente al nivel de incertidumbre que ha traído este año. Sin embargo, siento un fuerte anhelo por el futuro. ¿Qué planes tienes para el siguiente año y tus próximas obras?

Tienes razón en esto de que nos liberamos de expectativas y en este sentido, no tengo ningún plan más que seguir viva y eso me parece maravilloso. Dejar de tomarse en serio me parece maravilloso.


Encuentra Casas Vacías aquí.



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